La crisis de los 40 ¿Por qué suele darse a esta edad?
La crisis de los 40 llega justo cuando ya se ha conseguido cierta estabilidad laboral y personal
Alrededor de la “crisis de los 40” existen numerosos mitos, como por ejemplo que es más frecuente en las mujeres que en los hombres. Los datos que los psicólogos barajamos es que es tan frecuente en unos como en otros, sólo que la forma de abordarlos es distintas según el género. Así, las mujeres suelen exteriorizar más sus problemas y, por tanto, tienen una mayor probabilidad de acudir a profesionales en busca de ayuda para superarlos o a informar de la existencia de los mismos. Por el contrario, los hombres no suelen hacerlo con tanta frecuencia y tratan de solucionar sus problemas por sí solos o recurriendo a cambios importantes en sus hábitos de ocio y disfrute. Normalmente, la llamada “crisis de los 40” tiene que ver con replanteamientos en relación a lo que hemos conseguido en la vida, dónde estamos, a dónde queremos llegar, si nuestro estilo de vida (familiar o en solitario) es lo que queremos seguir teniendo en el futuro, etc. Aunque resulte paradójico, es una crisis que precisamente suele coincidir con ese periodo de mayor estabilidad en otros terrenos. Durante los años previos, las personas solemos dedicar un gran esfuerzo para conseguir esa estabilidad, tanto económica como personal y profesional y, por tanto, nuestras preocupaciones giran en torno a ese objetivo. Es precisamente cuando ya lo tenemos, cuando empezamos a plantearnos otras cuestiones, que en el fondo tienen que ver con nuevas necesidades personales que sólo salen a flote cuando ya tenemos cubiertas las necesidades más básicas. Es decir, mientras no tengamos garantizada nuestra comida no nos vamos a preocupar por dónde vamos a pasar las vacaciones de verano.
La crisis de los 40 ¿qué tipo de personas suelen ser más propensas a sufrirla?
Cualquier persona puede sufrir una crisis a los 40. Depende mucho de expectativas y logros alcanzados
Existen factores de personalidad que pueden favorecer la aparición de este tipo de crisis, como puede ser un alto nivel de autoexigencia y perfeccionismo que te hace estar insatisfecho/a con los logros alcanzados, una visión pesimistas de nuestro pasado, presente y del futuro, pero fundamentalmente, lo que va a determinar la presencia de una crisis o no, es la confluencia entre las expectativas que tenemos y los logros alcanzados. Si estos son congruentes con dichas expectativas previas, el riesgo de atravesar una crisis es menor. Otros factores importante en las crisis tienen que ver con los recursos personales, a nivel psicológico, con los que cuenten las personas; las presiones (internas o externas) que puedan estar incidiendo en esos momentos sobre el sujeto; las estrategias de afrontamiento habituales de esa persona; los apoyos sociales con los que se cuente, etc. En definitiva, nadie estamos libres de padecer una o varias crisis a lo largo de nuestra vida y, de hecho, a veces no somos conscientes de las crisis por las que hemos atravesado, fundamentalmente porque las estrategias que hemos utilizados han tenido el éxito esperado.
La crisis de los 40 ¿Cuáles son las manifestaciones psicológicas más frecuentes?
La crisis de los 40, emociones negativas ¿qué puedo yo aprender de esto que me está pasando?
Lo que se recomienda es que se cambie la visión personal sobre lo que es una crisis. En este sentido, si entendemos que una crisis es una oportunidad para el cambio, podremos “gestionar” mejor las emociones negativas asociadas al mismo. También es importante aprender a normalizar los síntomas que experimentamos, no a “patologizarlos”. En la medida que nos dejemos dominar por ellos, estaremos dejando que afecten a nuestra vida cotidiana y, por tanto, cada vez ocuparan más espacio, tanto en nuestra mente como en nuestro quehacer cotidiano. En nuestra sociedad, existe una especie de “máxima” que tiene que ver con que las experiencias dolorosas debemos evitarlas a toda costa y no nos damos cuenta que experimentar “dolor” es algo intrínsecamente humano, que hay muchos acontecimientos que nos van a provocar dolor (físico y/o psicológico), y que debemos aprender a afrontar esas sensaciones y emociones desagradables de otra forma, en vez de evitarlas a toda costa. La pregunta clave para afrontar un momento de crisis sería ¿qué puedo yo aprender de esto que me está pasando? Si esta pregunta nos la hacemos cada vez que tengamos que enfrentarnos a un acontecimiento traumático o difícil, estaremos “previniendo” consecuencias negativas para un futuro. Es evidente que no podremos evitar la experiencia dolorosa que supone toda crisis, pero sí que aprenderemos a que ese “dolor” no nos incapacite a la hora de buscar posibles soluciones a los problemas con los que nos vayamos enfrentando a lo largo de nuestras vidas, cuando ya tenemos cubiertas las necesidades más básicas.